lunes, 20 de septiembre de 2010

El viaje Iniciático.

La historia comenzó en  febrero cuando conocí a William Muzi en el matrimonio de Elisa y Emmanuel. En el valle de Casablanca, Chile.

Nos besamos durante la cena y luego él se quedo en mi casa por un día, antes de partir a Lagos, Nigeria, cuidad donde trabaja.

Para abril el destino nos juntó en Milán, donde yo pasaría una semana de vacaciones y él una semana de trabajo.

Muzi es italiano, pero también tiene un segundo apellido que es Quintana, lo cual lo convierte además en español.

Hoy, 3 de septiembre de 2010 , estoy en la puerta 8 del aeropuerto Ezeiza, en Buenos Aires, esperando el vuelo que me llevará a Lagos, Nigeria, porque con William nos amamos y queremos estar juntos.

Llevo un día de viaje, es decir, salí de Santiago ayer, una escala de 4 acalambradas horas en Montevideo y una corta estadía en el Park Hyatt de Buenos aires.  Mi última noche gratis como empleada de la cadena. Eso lo extrañaré. Porque yo deje mi trabajo en Chile para seguir el amor.

En un par de minutos abordaré el avión que me saca de América y me pone en África, primero en Johannesburgo para, luego de 6 horas de escala,  dejarme en mi destino final: Lagos Nigeria, donde viviremos por al menos 3 meses más.

Llaman. Tengo que embarcar.

Ya estoy arriba del avión de South African airlines. K46 es mi asiento,  ventana, segunda fila (por un pelito!!) El avión es ancho pero la distancia entre asientos es ínfima. Mi compañero del K45 es un asiático, no estoy segura de donde, pero huele a comida asiática. Es amable porque me ayudó a poner  el bolso de mano arriba. El ahora figura con la cabeza apoyada en el asiento de adelante, mirando al suelo y toca los puños de su chaqueta de cuero con rareza (qué ganas de hacerle una foto) Esto me hace recordar que no traje mi tuto!!!!!!!!!!   Mierda! Lo había pensado, pero no lo saqué de debajo de mi almohada. ¿Será una señal de que ya es tiempo de dejar el tuto? Se supone que cuando una mujer (de 31 años)  va a vivir con su novio, no debería tener peluches con los que duerme abrazada, ni menos una mantita tipo Linus, hecha de una funda de almohada vieja, a la que llama “Tuto” y toquetea con los dedos, no solo de noche, sino que en cualquier momento del día. Pero yo no he dejado el tuto porque ME GUSTA EL TUTO. Estoy segura que voy a encontrar una sabanita rica para manosear en mi nueva casa en Lagos.

En este vuelo habemos personas de todos los colores, de todos los países; se ven exóticos rostros y se huelen diversos aromas. Todo esto me hace sentir muy bien,  porque siempre he pensado que conocer el mundo debería ser un derecho humano.  ¿Es justo que porque naciste en América, no puedas conocer Asia, si así lo quieres? El tema debería ser una preocupación de los gobiernos. Aunque puede ser también que muchas personas simplemente no quieran moverse para recorrer el mundo. Eso lo acepto, pero me cuesta comprenderlo.

Las azafatas son muy hermosas, negras y hermosas. Sus rostros son tan definidos y potentes. Tienen trajes azules eléctricos y pañuelos de seda en el cuello con los colores corporativos: rojo, blanco y verde. Se ven súper limpias, ordenadas y están muy bien maquilladas.

El vuelo transcurre sin inconvenientes para mí, eso quiere decir que no hay turbulencias. La comida estuvo rica, incluyendo el vino sudafricano que nunca había probado. En la tele dan un par de capítulos de The Big Bang Theory (y me acuerdo la Ridícula Val y su nick de msn)  y el principio de Sex and The City, la movie (que se corta inesperadamente y no tiene arreglo). En la radio numero 10, la que me gustó porque es música ochentera gringa y de adulto joven, tocan “Video killed the radio stars”, también Gloria Stefan, Tears  for Fear y Michael Jackson.

Con estos sones en las orejas me duermo, y cuando despierto para estirarme un poco, mi compañero asiático se ha acomodado en unos asientos triples del centro del avión, creo que para poder hacer mejor eso que tienen que hacer los hombres cuando están sentados: abrir las piernas. Y se lo agradezco en el silencio de la noche aérea, mientras me reacomodo en mi lugar con la indescriptiblemente bella sensación de estar renaciendo.