A Tori
Amos la empecé a seguir por allá en el 97 y sacando temas de los discos Little Earthquakes, Boys for Pele, Under the
Pink, From The Choirgirl Hotel y The
Beekeeper, armé mi repertorio
favorito. En el 2007 salió un disco doble, que me regalaron pirateado, el que
nunca logré digerir totalmente. Siempre quise más, siempre quise verla en mi
país, pero me bastaba con que tenía.
Y como dicen que
mientras más se busca menos se encuentra y que el que espera desespera, tres meses atrás un Berlin todavía acalorado me sorprendió con una de sus simplezas que me encantan:
Esta vez no solo la forma, sino el
contendio del A4 como recién salido de la impresora, me emocionó tanto, que
hubiera sido capaz de abrazar al vendedor de Currywurst más cercano.
Llegó el 15
de octubre. El tiempo, por su puesto, no tardó en pasar como lo imaginaba. Igual
que el verano Berlinés. Con las manos y las orejas heladas, la provinciana esperanza de que cantara
canciones conocidas y que, por favor, no se hubiera vuelto por dentro como se está
viendo útlimamente por fuera. (cirugia fallida?) iba, finalmente, encontrarme con Tori Amos. La Tori, para los amigos.
Es comun que, cuando envejecen, algunos
artistas bajen sus intensidades, en todo sentido. Sabemos que la maquina
cambia, se cansa, e inpajaritablemente, envejece. Pero hay quienes se pasan un
poco de la raya. Bueno, tambien hay entender que no todos son los Rolling Stones.
Ademas, cuando empiezan con esta cosa de la orquesta aocmpaniando, empieza a
oler un poco a gladiolo. Pero yo iba esperanzada, emocionada a mi primer recital en Berlin.
El lugar era
la Philharmonie, una teatro para hacer sonar
música clásica, encubierto en una caparazón amarilla, que lo hace parecer un
gimnasio comunitario de algun barrio popular de América Latina. Un armazón de formas semi
triangulares como de lata. Tantas veces pasé por ahi sin saber que era. Como tantos otros lugares. "Que lugar más feo" pensé al
cruzar la ultima luz verde, sin ampelman.
Casi en la
puerta de entrada, apago mi cigarro y una chica con violin al hombro se me
cruza para meterse por una entrada lateral. “Nos vemos luego,
hoy toco con Tori Amos”, imaginé se había despedido de sus amigos un rato atrás.
No puedo
negar la emoción y espectación casi infantiles que sentí al entrar en ese
espacio grande, blanco y exquisitamente iluminado, que ya no parecía otra cosa más que un real
teatro.
Tantas
mujeres como hombres, tantos canosos como los aun sin canas se encaminaban a
sus ubicaciones, mientras otros entraban en calor en alguno de los bares.
Después de unas
cuantas escaleras casi hacia lo más alto, encontré mi lugar. Desde ahí tenía una vista panorámica; ahora la
forma exterior del recinto cobraba más sentido. Lámparas blancas colgando sobre
el escenario, graderias escalinadas y sostenidas por las formas triangulares, contenian
un ambiente cálido, en gran parte hecho de madera, que me gritaba "ajá! con que era fea??"
Mientras Los
Beatles teloneaban desde el más allá, algunos leían un libro y yo practicaba mi hobby concertístico de buscar caras conocidas. Al mismo pensaba, quizá desde mis prejuicios, que los gritos, coreos o pedidos de bis, no ocurrirían esta noche. Ni
hablar del lanzamiento de objetos al escenario.
7:57, los
musicos ya estan instalados. Se apagan las luces, se vuelven a encender. La
Metropole Orquestra de pie se deja aplaudir fuerte.
Otra vez
oscuridad y los privilegiados mas cercanos al escenario, empiezan a romper mis
prejuicios gritando y poniendose de pie. Ahí viene la Tori, la viernon antes
que yo y que muchos. El público comienza a levantarse poco a poco, como en una ola conforme en
cuanto la ven, hasta que todos aplaudimos y gritamos de pie frente a su pequena
figura enfundada en seda: una pierna naranja y la otra beige. Cabeza en llamas
sueltas y lentes de marco negro tipo intelectual. La Tori saluda como el papa, hincada casi besando el suelo.
Sentada entre un teclado y un piano, con las piernas abiertas mirando hacia el de cola, con esa actitud
que en otro siglo no estaba permitida ni a caballo.
Con los
acordes profundos, los golpes fuertes y abismantes de la orquesta, comienza el despliegue
de fuerza femenina que viene de la fragilidad, de heridas antiguas y de esa
dulzura que no necesita mantener las piernas cruzadas para seguir siendo dulce.
“I am
fucked up” se le sale cuando, al parecer, teclea mal en el comienzo de “Silent
all these years”, Despues vendrían mis esperadas conocidas “Baker Baker”, “Cloud
on my mouth”, “Winter”, "Hey Jupiter”. Es que claro, “Golden Dust”, no es un álbum de temas nuevos, sino que una recopilacion elegida para celebrar 20 sus años
de carrera.
Después de
media hora de "intermedio" (como diría mi abuela), que en mi ignorancia pensé era el fin y casi grito “no nos
vamos ni ca..” , Tori vuelve a tomar el púlpito, esta vez con falda larga- -purpura-tornasol, y continúa con el que creo ha sido el recital que me ha tirado mas hacia mis adentros. “Mr Zebra”, “Leather”, “Jackie´s Strength”, y una versión de “Precious Things”
que con la orquesta llevaron a un nivel de tal intensidad, haciendo a una que otra chiquilla
querer hacer pasar lágrimas por resfriado.
En el bis, una corta y empalagosa versión de “So long. Farewell” la
típica triste de la Novicia Rebelde; “siempre soñé cantar esta canción en un lugar
como este..si quieren pueden acompañarme en aleman..jijiji“ dijo con un tono irónicamente infantil.
Dos horas
de concierto, casi mil manos picando después de más de un minuto de ovación de pie y una rosa roja volando hacia el escenario(sí, hubo lanzamiento de objetos) para una voz que no necesita cirugías: potente, sutíl pero aún dramática, aunque
contenida por esa atmósfera de solemnidad que crea el sonido
clásico. Sin desgarros ni provocaciones al piano, esta vez la escena se dibujó más hacia el interior, quizá mas profundo y espacioso debido al surco del tiempo.
Ojalá este
haya sido solo un ejercicio clásico, como un vals de bodas de plata, y a lo mejor,
en un par de años, otra vez sin buscarlo, me la vuelva a encontrar en su mas puro
formato desgarrador.