viernes, 10 de diciembre de 2010

LECCIONES NIGERIANAS

Dejar Nigeria  para partir a Italia diez meses antes de lo previsto, me hizo pensar en toda la ropa de invierno que deseché y en toda la de verano que compré para esta nueva vida por sobre los 25°C. Eso fue lo que pensé en primera instancia, por supuesto. Porque, aunque sea una mantenida puedo ir más allá, o sea pasar a segunda instancia. Claro que sí. Lo cual significa que dejar Nigeria fue otra lección de flexibilidad, una brisa del viaje por la vida, al que si te entregas una vez así a ojos cerrados, como yo lo hice al partir de Chile, no te suelta más. 

Lagos – Madrid- Roma lo hicimos de un sábado para un domingo. Debo decir que el avioncito que Iberia pone para el primer tramo, no es lo cómodo que se merece la espalda  para casi 6 horas de vuelo en medio de la oscuridad.
 Mientras nos internábamos en el cielo negro, todas las cosas tan bonitas que viví en África, se iban convirtiendo en añoranzas proporcionales a la altura que alcanzaba el avión, al mismo tiempo que todas las imágenes  se quedaban ahí, bailando sobre esa tierra roja tan fértil pero tan castigada.

En esos momentos sentí algo parecido a lo que siento después de comer algo dulce:  ganas de comer algo salado. Sentí añoranzas de más vida nigeriana,  a pesar de que cuando estaba ahí las incomodidades que no me dejaban ser una “city girl”, me impedían ver con claridad la riqueza que se quedaba ahora lejana. El inconformismo es una de las no-virtudes que estoy decidida a erradicar de mi vida. Pensándolo bien, es una de las lecciones que me dejaron los 2 meses  en Nigeria, además de las siguientes que paso a enumerar:

Valorar lo que se tiene

Cuando te falta algo es cuando te das cuenta de lo que vale. Suena a la mamá o la abuelita, diciéndolo como quien tira una perla a un chancho, siendo el chancho una misma,  una chanchita tierna y joven. Pero mientras más avanzo en la vida, mas soy capaz de recuperar este tipo de joyas perdidas en el barro. Siempre hemos sabido que hay gente que está peor que uno, porque no existiría el más sin el menos y porque la vida es así. Pero vivir en un lugar donde con suerte puedes comprar una lechuga que trae 10 hojas comibles, te hace valorar lo que has tenido antes, aunque antes fuera ese país que tanto criticamos, porque si y porque no, porque hay y porque no hay. Uno aprende además a valorar a las personas que viven en estas condiciones que para uno son precarias, así como también serian precarias para otros súper desarrollados, las condiciones en las que uno antes vivía. Díganme que todo es relativo, si, pero yo aprendí a valorar hasta el Transantiago.

 Tener paciencia

La gente en África se lo toma con calma, y uno si o si está obligado a entrar en este ritmo.No se puede exigir apuro… con que ropa! Aunque al principio es desesperante, hay  que adaptarse a esta lentitud. No sé si será por efectos del calor, la humedad, o simplemente que a mí no me toco lidiar con asuntos “más serios e importantes” que el supermercado , pero yo me entregué plácidamente a este aletargamiento y ritmo de vida cadencioso. ¿Como hubiera sido hacer negocios con los Nigerianos, que se quedan dormidos hasta en la vereda? Quizas ya soy lo suficientemente paciente y esa prueba les queda a otros, que les falta mas.

Alegría!

Perdón Charly García pero en lugar de “la alegría no solo es Brasilera”, habría sido más justo decir “la alegría no solo es Africana”, ya que del continente negro es de donde los brazucas salieron bendecidos con esta cualidad. Esta gente ha sufrido y se les nota en las caras. Pero la forma que tienen de reír, te hace ver que para ellos el sufrimiento es parte de sus vidas, pero no por eso les anula la alegría. Entonces uno se contagia, y se siente un poco culpable de estar triste por tonteras. Serán otra raza, serán “muy” distintos a nosotros, pero esto  si podemos aprenderlo de ellos porque creo que  ser feliz también es cosa de voluntad 


Baila como negra

Mover las caderas, el culo y el cuerpo entero sin miedo a sentirse un objeto sexual. Bailar como las nigerianas, con el útero, cantando a la vida con todo tu cuerpo, es bailar mejor, es disfrutar sin límites las posibilidades que te dan los huesos y los musculos. Que me esperen las pistas de baile, porque la próxima vez que salga a bailar, mis células no olvidarán la actitud de las Nigerianas, Aunque el ritmo no está en mi sangre, tuve las suficientes transfusiones para estar contagiada de su sensualidad y goce.

Regatear

Más que el hecho en sí de negociar hasta las zanahorias enanas y peludas del puesto de la esquina, es el poder de sacar la voz y exigir lo que es justo. Porque si eres un “ojibo (extranjero) , los locales intentaran vendértelo todo por el doble de lo que en realidad vale. Quizás es una de las cosas que menos me gustó de la vida allá, porque es agotador. Además para una que nunca ha sido alegadora, que no le gusta entrar en “conflictos” y que prefiere mejor quedarse callada para evitar malos ratos, esta es una importante lección. El verse obligado a sacar la voz para exigir pagar 10 en lugar de 50, porque en realidad vale 10, no tiene porque asustar. Simplemente es saber entrar en un juego donde se debe conversar  hasta llegar a lo que parecería justo para las partes, sin dejar totalmente abierta la posibilidad al otro de pasarte a llevar, por que te da miedo el conflicto, o el rechazo o que se yo que traumas. Si te gusta mi precio bien, si no bien también. Yo estoy segura de lo que es justo pagar en este momento. Asi de simple. Sin violencia, solo con seguridad. Es como en las relaciones. Por otra parte, y en el sentido más práctico, si se quiere seguir viajando por el mundo, esta es una importante lección. Se dice que en Asia este sistema comercial también esta muy establecido. 

Espero que el haber escrito y más encima publicado estas lecciones, me hagan sentir obligada a nunca más olvidarlas. Usted, querid@ lector@, siéntase con el ánimo y la libertad, si alguna vez me ve faltar a mis palabras, de recordármelas. 

Y a ti Nigeria, un infinito gracias por siempre!