martes, 29 de mayo de 2012

PARTIR


Aunque fuma y le gusta hacerlo, ella está convencida de que fumar es malo. Muchas veces, mientras aspira su cigarrillo, piensa en lo tonto que es hacer algo que de todas maneras le daña el cuerpo y el bolsillo. Cada oportunidad que tiene de no fumar, es una especie de pequeña salvación involuntaria y cómoda. Pero a ella le gusta fumar. No sabe por qué, y ahí está el asunto: si supiera no tendría estas reflexiones, que luego de un rato considera innecesarias, porque no va a dejar de fumar.
Está en el aeropuerto, debe esperar diez minutos hasta que comience el embarque del vuelo que la llevará desde Santiago de Chile a Madrid de España. Se va de vacaciones y ahora mismo siente ganas de fumar. Pero no puede hacerlo. Este aeropuerto no tiene un área de fumadores. Ella piensa que está muy bien, que es mejor para la sociedad entera que existan espacio/tiempos en los que a los fumadores les sea imposible ejercer su vicio. Pero quiere fumar. Vuelve a pensar lo mismo que al comienzo, pero no se le quitan las ganas de fumar. Descansa.
Esta sentada descansando de lo que fue la despedida. “Siempre te voy a recordar” – le dijo su madre abrazándola, antes que se metiera en policía internacional. A ella no le gustó nada el dramatismo en la voz de su mamá. Le dio rabia y se sintió culpable de que no le gustara y de que le diera tanta rabia, de que la incomodara tanto pero tanto.
“Ayyy, no digas eso!!.. tan.. tan.. de-fi-ni-ti-vo” - le contestó con la boca pegada a su hombro, queriendo decirle que la cortara con el sufrimiento, sintiéndose un poco mala hija, muy incómoda y medio atorada con pelusas de lanilla roja de la chaqueta de su mamá.
Era raro sentirla tan cerca, era raro querer tener ahora, algo que fue desperdiciado en tiempos en que era repartido a manos llenas.
Entonces la atacó ese maldito acto reflejo, que a pesar de años de terapia aun no logra erradicar: tenía que reparar el impacto que sus ultimas palabras pudieron causar. Ya sea el tono, el gesto; sentía que debía casi disculparse por lo que sentía:
“Todavía no se sabe”- le dijo con un sonsonete medio cantado y dulce. Luego abrazó a su padre y escuchó sus recomendaciones sobre como cuidar el dinero.
Ellos se separaron hace más de veinticinco años, pero aun siguen casados legalmente. Ella no tiene recuerdos de los dos juntos, como pareja. Siempre le ha parecido extraño estar con ambos al mismo tiempo. No le gusta, se siente extraña, como en medio del gran abismo que separa a ese hombre y a esa mujer.
Y no es que sus padres no se hablen o tengan una relación poco cortés. La razón es porque son dos seres humanos totalmente distintos uno del otro. Le llega a doler el tiempo en que pudieron amarse ( se amaron alguna vez?) y hacerla. Hacerla a ella. Me entienden?. Ella desconfía de todo eso, como si nunca hubiese pasado, como si fuese una historia a la cual no pertenece o que no está registrada en ninguna parte, ni de su cerebro ni de su cuerpo.
“Un registro que quedó atrapado en el abismo entre ellos. Un mundo del que ellos nunca han sido realmente parte..mi mundo”- pensó mientras esperaba sentada en la sala de embarque.
Los tacos altos y puntudos de una mujer se aparecieron en las baldosas brillantes en donde tenia clavada la mirada. Subió los ojos sin mover la cabeza, y los pantalones de la mujer parecían tan incómodos como los zapatos. No entendía por qué algunas personas, especialmente algunas mujeres, se vestían así para volar. Podría ser por varios motivos, pero siempre llegaba a la conclusión de que simplemente, mucha gente se sentía cómoda con lo que a ella le incomodaba.
Le gustaba pensar en el gran aparataje y en los ritos de aeropuerto: las despedidas con la familia entera casi batiendo banderitas y tomando fotos al que se va no más por 3 semanas de vacaciones (vergonzoso); la mujer de los tacos y el peinado de peluquería (ridículo); el llanto de las parejas separadas por un viaje (triste); los hombres de negocio solitarios y con maletas costosas (plata); los mochileros que no se han cambiado de ropa en semanas (vida); y así, tantos mas.
Ella siempre me decía que todos los viajes eran importantes, pero los viajes en avión y de largas distancias, parecen ser más importantes aun, quizás porque son la oportunidad que tiene el ser humano para hacer una de las cosas que no logra hacer si mismo (quizás nunca lo logre), algo para lo que no fue diseñado: volar.
Ya había asumido que no fumaria antes de subir al avión. Quería escribir unas líneas, eso si, antes, según me dijo. Algo así como iniciar su diario de viaje de forma metódica. Pero no lo hizo. Le costaba empezar lo que quería hacer. Le costaba continuar lo que quería terminar.
“Me siento tan agotada, como cansada de vivir. Entiendes?..¡No creas que quiero morirme!! Quiero vivir más que nunca, pero no como lo he hecho hasta ahora... Bah, leseras que hablo cuando estoy por subirme a un avion”.
Corté el teléfono y pensé que ella podía morir. Como todos, de hecho. Esa mañana, fue la última vez que oí su voz.