lunes, 8 de agosto de 2011

De vuelta en ¿casa?

De vuelta en ¿casa?

Ahora q me siento frente a las letras, para servir al plato lo que se ha estado horneando en mi interior, siento que la actividad es terapéutica. Me refiero a la actividad, al actuar, ya sea escribir o cocinar… o cualquier ACT i vidad..Algo de acción, algo de vida.

Como ya han visto, si han leído mis últimos post, no sigo viajando, al menos por el mundo exterior. Volví a mi país, y mis viajes son, por ahora, solo a mi propio interior (como es usual) y no había escrito ya que la vuelta a la estructura del trabajo, parecieran no dejarme el tiempo que necesito para observar (me), silenciarme y escribir.

Pero sí que en mi vida siguen pasando cosas. Y con el afán de contarles en lo que he estado últimamente, es que me senté, hoy domingo de poca lluvia, segundo día en piyama ininterrumpido, (y digo ininterrumpido porque, por más que pases el fin de semana en casa, puede ser que en algún dichoso momento te saques (n) el piyama y te lo vuelvas a poner. Este no fue el caso).

Este relato se trataría sobre lo difícil que me ha sido encontrar un departamento para arredrar y vivir en el. Me senté a escribir algo casi como una declaración de rabia y frustración guiadas siempre por el imperativo del tiempo “han pasado….. meses, y no he podido encontrar un departamento que me acomode”… Y bueno, gracias a la actividad, vino la revelación, la cosa terapéutica que le atribuyo al “hacer”, como decía al comienzo. El simple movimiento de los dedos que en este caso me llevó a darme cuenta de que solo en mi cabeza existe el laaargo tiempo que llevo buscando, pero que en la realidad no es más que un mes y medio.

Llevo un mes y medio buscando un departamento de un dormitorio, con cocina normal y no americana, una pequeña terraza y, ojala, piso de madera o flotante (porque se le llamará así?. Un misterio mas por resolver). Y no lo he podido encontrar. No he podido encontrar mi nueva casa luego de un largo viaje por varios lugares del planeta.

En esta corta búsqueda, y que alivio me da escribir que ha sido corta, la ansiedad, el apuro, el deseo de volver a tener mi espacio propio, se han apoderado de mi en varios momentos. Es como si el paso de volver, no se ha completado aun. Por momentos se siente un vacio, un vacio bien de adentro, que en mi caso nunca se había relacionado con el lugar físico que estoy ocupando, o que deseo ocupar. Este vacío va mucho más allá.

Creo que es inevitable que las personas nos aferremos a cosas, que nos sirven como piso y como techo, como refugio, en el fondo, como un hogar. Miedos, posiciones en el trabajo, aprehensiones, relaciones, creencias y nuestros propios sueños. Uno se aferra a las ideas que tiene de la vida, y vive en ellas. Tan tranquilos, tan cómodos y cuando estas cosas se desvanecen, sientes que te quedas desprovisto, a veces como en la calle. O viviendo de allegada en casa de una buena amiga, como yo ahora.

Cuando has dejado una vida armada, en la cual tenias una casa, un gato, una alfombra blanca con rojo que le hacía juego a tu sofá y a la lámpara, un trabajo, amigos y sobre todo, un gran sueño, para ir detrás de otra vida, en otro continente, en la cual imaginabas que ese sueño se haría realidad, no es fácil aceptar que la realización de ese sueño no era como tú lo imaginabas. Al fin y al cabo uno apuesta y nadie te asegura el éxito o ganancia. Una de las gracias de la vida, por lo demás.

Decides volver, y ya no hay nada de lo material que antes tenías: ni el trabajo, ni la alfombra, ni el gato. Pero cuando te das cuenta que ya no está el sueño aquel (al menos por un rato) sientes ese gran vacío. Esa gran falta de refugio, de algo en donde te esperanzas, te amparas, te proyectas y pasas tus días presentes especulando, soñando. Cuando estas de vuelta, el presente esta aquí, por construirse todo otra vez. Tu vida está otra vez vacía y en tus manos. Qué bonito, suena a libertad. Es por eso que urge recomponerla, llenarla de cosas otra vez, y si tienes la fuerza necesaria como para no andar llorando en el metro, que mejor. Pero lo que más duele, es el sueño que has “quemado”. Te revelas un poco, al comienzo, pero a medida que pasan los días, aceptas más que ya paso. Que hiciste todo lo que querías y sentías que debías hacer, y ya. Y vislumbras que vendrán más sueños, claro que si, de otra forma estarías un tanto muerto.

En estos casi dos meses de búsqueda de un hogar, de querer encontrar el lugar ideal para vivir y estar cómoda ahí, he sentido que, más que eso, quiero encontrar de nuevo el lugar dentro de mi en el cual sentirme cómoda y feliz, un nuevo refugio y espacio para habitar, pero en mi interior, un nuevo sueño. Y me he dado cuenta que viví mucho de eso. Esperando que se realizara aquello que me iba a hacer sentir en medio de fuegos de artificio todo el tiempo: el sueño realizado. Y parte del aprendizaje es que eso ya no me funciona. Y esta más que bien!!! …. Porque de una vez y por todas, creo, estoy viviendo el presente de manera brutalmente hermosa. Oh!

Un mes y medio es poco para darte cuenta de algo tan importante como lo que acabo de escribir más arriba, al menos para mi. Y comparado con eso, un mes y medio es nada buscando un departamento para habitar. Creo que ahora que ya me di cuenta que mi mundo interior se está renovando, he aprendido nuevas e importantes lecciones gracias al ir y volver, y que pronto estaré lista para encontrar mi mejor refugio, sin desesperarme ni apurar. Hasta el pulento carpintero decía “como es adentro es afuera, como es arriba es abajo” Ustedes entienden.

Este tiempo y el proceso de la búsqueda del refugio material, tiene mucho que enseñarme y creo que es la última patita del viaje. Aprender la paciencia, el esperar por encontrar lo que realmente quieres, regodearte si es necesario, total techo y comida no me han faltado. No voy a tomar lo primero que se me cruce porque me sienta presionada o culpable por ser regodiona. Romper con lo que te han dicho que debes hacer y aceptar algo que no quieres, porque “es lo que hay”. Para eso ya sé que tengo agallas y eso solo te lo da la confianza en ti mismo y el dejar de lado el miedo. Más que mal, no cualquiera se va a vivir a África con un hombre que conoce hace una semana.

sábado, 4 de junio de 2011

EL SENTIMIENTO BIBLIOTECA (Pública de Providencia)

Los casi tres meses que estuve viviendo en Benalmádena, Málaga, quedé impresionada por la cultura bibliotecologística (o como se le llame) que había en el lugar.
La biblioteca era un lugar súper concurrido, silencioso como debe ser y siempre lleno de gente con sus laptops, libros, cuadernos y lápices, sentados ahí, en las amplias mesas comunes. Jóvenes y no tan jóvenes con sus botellas de agua y audífonos en las orejas, y coloraditos de lo concentrados y quizás también por la sensación de estar bien acogidos en este lugar de conocimiento, entretención e introspección.

Me imaginaba yo que estarían estudiando, ¿seria para la Universidad o para el colegio?, ¿serian autodidactas o solo locos obsesionados hermosamente con algún tema que movía sus días?

De vuelta en Santiago mis días no han sido muy productivos, solo internet, escribir un poco, fumar y caminar mucho, y algo de café con nuevos amigos. Así, me voy salvando de una especie de letargo desesperado en el que he caído, mientras espero el bendito día en que mi persona se instale en su nuevo lugar de trabajo.

Hoy es sábado, hace frio y son casi las dos de la tarde, tengo hambre, pero también quiero meterme a navegar por internet. Estoy aburrida, nada me motiva, así que el destino es estar en un ciber café muy poco rato, y luego la casa, comer algo y dormir toda la tarde.

Pero como mi diario intento de andar con los ojos abiertos mientras camino por la ciudad, a veces da muy buenos resultados, mientras caminaba por la vereda sur de Providencia, me topé de frente con ese edificio de ladrillo rojo que tiene un reloj de cobre en la pared: La Biblioteca Pública de Providencia, donde siempre hay jóvenes afuera, bicicletas estacionadas, y , aunque quizás lo único que te encuentras al salir es un taco de orugas del transantiago y una iglesia sin campanario, y no un parque con conejos sueltos y lagunas, la gente entra y sale, toman café y fuman afuera, igual que en Benalmádena.



Entré y un señor guardia me saludó súper cordial. Al voltear a la izquierda lo primero que me encuentro es con un acogedor y templado salón lleno de sillones, con un par de mesas comunes de estudio y una mesa de centro con revistas entre los sillones. También varios estantes de libros disponibles para consulta en sala. A parte de los objetos, lo más importante, era que había al menos diez personas: algunas leyendo el diario de hoy sentado en los sillones, otras con sus laptops, otras sentadas con libros y laptops muy estudiosos compartiendo mesas, todos cómodos y en silencio, o murmurando secretos de sus quehaceres y de lo que para mí son las bellas motivaciones que hacen a las personas visitar una biblioteca en lugar de quedarse con los recursos que pueden tener en casa y la web.
“¿Puedo conectarme a internet? – le pregunte al guarda libros, perdón, al guardia de seguridad. Un señor mayor que tenía cara de bonachón, lo más lejano a guardia de farmacia.

“Claro – me dijo- ahí hay un enchufe.” Mientras me indicaba detrás de un sillón.
Yo feliz me instalé y respiré la sensación de estar en este lugar, por primera vez, un frio pero soleado sábado de junio, a la hora de almuerzo. Y se sintió bien. Cómodo, seguro y tranquilo, perteneciendo a un pequeño reducto en medio del ruido y la nube negra, acompañada de personas con las que teníamos en común el decidir estar aquí.

Me volvía a preguntar en que estaba cada quien, admirada de quienes parecen estudiar tan concentradamente y con tantos recursos a la mano, incluso con su botellita de agua; sorprendida por la señora que pasa con su bolsita de Falabella a leer la revista caras. O el señor de barba blanca y larga que lee algo en otro idioma que no se que es. Recordé casi con la piel, que no me gustaba nada ir a la biblioteca en mis días de estudiante, porque me impacientaba hacer las tareas con gente al lado, o estudiar en las mismas condiciones. Prefería pedir y llevar a la casa. Aún no descubría el "sentimiento biblioteca".

Y hoy me encuentro aquí sentada sin ningún otro objetivo que conectarme a internet, a revisar mi correo (que de seguro no tiene muchas novedades, aunque me equivocaba), conversar con una que otra persona por chat y decir una que otra cosa en twitter… ah, y también mirar la vida de los otros en Facebook.
Entonces pienso que un sábado a media tarde también hay vida fuera de las camas de los trasnochados, que hay un punto de internet gratis en pleno Providencia y que conectarte desde acá hace que te den ganas de estudiar, de leer, de escribir (como a mí) y no solo de quedarme sapeando las fotos de personas que a penitas conozco.
Lo mejor de la Biblioteca es que atiende de lunes a viernes de 09:00 a 23:45, y sábado, domingo y festivos de 10:00 a 19:45. Ah, y además, huele a café.

jueves, 2 de junio de 2011

NO ME GUSTA!

No me gusta cuando los taxis llevan encendido el cartelito de LIBRE y no están libres.



No me gusta mirara a personas que están cerca mío (metro, micro, parques, paraderos, etc.) abriendo sus billeteras.

No me gusta que cuando voy a sentarme en un asiento vacio del metro aparezca una Señora de la nada y lo ocupe, como si no se diera ni cuenta. En la situación contraria yo soy igual y tampoco me gusto




No me gusta la gente que pasea a su perro y te pone mala cara si quieres “saludarlo y tocarlo” (se entiende el perro). De todas formas es bueno pedir permiso para acariciar a la mascota que andan paseando

No me gustan los ratones, ni las serpientes ni las cucarachas.

No me gustan las calzas que imitan a los jeans hasta como si tuvieran cierre falso

No me gusta el Tavelli del Drugstore

No me gusta cuando quiero moverme de un lugar a otro y no puedo porque dependo del transporte de otra persona. Me angustia.

No me gusta no tener plata para andar en taxi

No me gusta la gente senior que se besuquea con lengua expuesta en el metro

No me gusta que me miren raro cuando en la calle me dan ganas de sacarle una foto a cualquier cosa

No me gustan los vendedores o dependientes, o cualquiera se desquite atendiéndome mal en una tienda, porque su pega lo tiene chato.

No me gusta la estación del metro Franklin

No me gusta la tienda Johnson´s, ni Lui Vuitton, no Tous, esa del osito.

No me gusta que la gente se vista entera de blanco

No me gusta que las niñitas vayan maquilladas de ojos al colegio

No me gustan las uñas largas y puntiagudas en mujeres (menos en hombre la del dedo chico en esta condición)

No me gusta NADA las uñas acrílicas súper cuadradas con la manicura francesa a la mitad No me gusta NADA esto.




No me gusta que los adultos usen colonia de guagua

No me gusta que esa voz grabada en el metro diga TODAS las estaciones

No me gusta la alfarería ni nada por el estilo.

No me gusta estar en grupos de gente muy numerosas y que llegue un momento donde haya que hacer dinámicas

No me gusta ira al ginecólogo

No me gusta la bata que te hace ponerte el ginecólogo


No me gusta quedar en la bata del ginecólogo y solo con zapatos y nada más.

No me gustan los eufemismos

No me gustan los sopapos

No me gusta que la gente se llame cariñosamente de gordito o monito

No me gustan los alimentos ni bebidas light. Ni esas cosas para el transito lento.

No me gusta el vaticano

martes, 24 de mayo de 2011

MADRE TE DESEO, HIJO TE RECHAZO...AMBOS LO SENTIMOS


La vida me ha enseñado, que todo lo que pasó a mí alrededor, y por consecuencia en ni interior, desde que nací, se fue quedando grabado a fuego en mi cuerpo y en mi mente.

Mientras crecía, mi inquieta personalidad, y como el hámster que suelo tener dando vueltas y vueltas dentro de mi cabeza, no llegaba a ninguna parte, decidí investigar como liberarlo, como hacerlo mi amigo, o también un coadyuvante de mis propias experiencias que se veían empañadas en mi interactuar, ya fuera verbal, social y sobre todo afectivo, de vinculación con la vida y los otros (sobre todo con mi familia).
He pasado varios años en terapia, debido a mis ganas de encontrar alguien que me sostuviera una linterna, para ayudarme a explorar oscuros lugares que aparentemente yo sola, no podía.

En este hurguetear, descubierto que los sucesos del pasado, tienen gran responsabilidad y valor, en lo que actualmente nos acontece. Aunque no sea visible y aunque el pasado, como dicen por ahí pisado esta. Pero no, el pasado de nuestro desarrollo humano está aquí. Es como dicen los historiadores (y a veces los políticos sin realmente tomarle el peso) “no podemos saber cómo somos si no la conocemos. “O “un país que no conoce su pasado no puede construir su presente” o cosas por el estilo.
En estas búsquedas me he encontrado, no por coincidencia, con grandes y valiosas mujeres; Carmen Bravo, Pamela Verdugo, Amalia Rojas y ahora último y de manera virtual con la Leslie Power.

La última, es la que más me inspira ahora a publicar estas ideas. Ella está abriendo un camino ancho y no fácilmente recorrible para quien quiera embarcarse en su bastedad, porque nos plantea mejorar nuestra sociedad desde el origen, desde el útero, desde el nacimiento. Sí, desde esta parte que genera guarda y cocina la vida, y que solo se recuerda en las conversaciones con tus amigas cuando te duele, o cuando te quieres comparar con los hombres “ellos tienen huevos, yo tengo útero.” Ahí ya partimos ms o menos mal, porque no hay comparación.

En estos días, donde el tema del postnatal de 6 meses, sin letra chica, igualitario para todas las mujeres, estoy leyendo un libro de una española que la lleva en estas lides: la revolucionaria medico e investigadora Catalana, Casilda Rodrigañes, que se llama “La Represión del deseo materno y la génesis el estado de sumisión inconsciente”... Y aunque aun no termino el libro, que me lo recomendó Leslie, y tampoco lo voy a comentar ahora totalmente, se me abren antiguas huellas que mi madre y mi padre, de seguro, por ignorancia dejaron en mi.

Este es un artículo simple, en el cual quiero decir solamente lo que yo rescato de todo esto.

Alguien se podría escandalizar o pensar que me convertí en una feminista, en contra de la crianza en familia, o de la participación del hombre en el proceso. Quizás sea un poco así de drástico, porque yo antes no quería tener hijos, porque jamás fui tratada con el calor que una guagua o un niño necesita. Por casi 30 años (que lindo es decir que tengo más de 30) sentí que la impronta no estaba en mí. Y ahora quiero agradecer, a todas estas mujeres que antes nombré, por mostrarme que se que sí está, y que yo puedo leerla y REconocerla, discutirlas, e incorporarlas, sentirme hija de una tribu que quizás no me pario, pero que ha ido calentando poco a poco mi ser para que salga eso que a lo que todos tenemos derecho y que es el amor por nosotros mismos, la confianza y el amor a los demás…. y quizás, también...querer algún dia, tener un hijo y DESEARLO. Sin represión.


Las teorías del desarrollo y la plenitud sexual de la mujer varían en el tiempo y según las diferentes culturas, Nosotros las occidentales, partimos cargando por años con la negación del clítoris, y por lo tanto de una de las mayores fuentes del placer FEMENINO. Porque el falo centrismo, instalado no solo en las camas, sino que tambien en las mesas, las oficinas, las industrias, no quería que sintiéramos lo que por derecho de la madre naturaleza nos pertenecía. Me imagino como si les hubiera dado miedo no ser los únicos que nos podrían provocar placer, sabiendo que claro que si pueden, pero no lo sabían.

Bueno. También han querido hacer lo mismo con los deseos maternos de una madre con su hijo. La medicina invadiendo con sus cesáreas, la mujer creciendo laboralmente (con lo cual estoy de acuerdo) pero a un costo tan alto y feroz, que he escuchado a chicas que quieren esterilizarse a los 23 años porque un hijo les arruinaría toda la carrera y los viajes, y SU vida, Yo respeto. Pero nosotras damos vida, y no tenemos por qué negarlo para dar otra cosa así de una forma tan autoimpuesta, tan fría, tan “enojada” y castradora. Si no quieres tener hijos, está bien. Pero no te enojes con natura porque te dio la gracia de tenerlos, porque siento que en el fondo te estás enojando un poco contigo misma, tierra.


Como he aprendido de Leslie y de Casilda ahora en su libro de largo nombre, el culmine de la sexualidad de la mujer es parir, es la mayor realización del cuerpo femenino, y no tiene porqué ser con dolor como nos diría la biblia, Además algo que me llama mucho la atención es el desprendimiento inmediato que se le hace al niño del cuerpo materno, donde ojo, estuvo 9 meses, y ahora que es un individuo, hay que arrojarlo al mundo casi sin piedad.

No nos olvidemos que los estudios dicen que el apego es algo Bueno. Mi padre que es bastante esotérico dice que el apego no es tan bueno, ya que es una especie de enemigo de la libertad. Yo no estoy de acuerdo. El apego te une, te hace vinculo, y no significa si quieres emprender otro vuelo este sentir va a significar una cárcel. Eso es miedo. Papa, perdona pero ahora te digo que creo que le tienes miedo al apego y bueno, yo también un poco. El asunto es apegarse, y poder alzar nuestros vuelos llevando los vínculos en el interior, en nuestro cuerpo, en nuestra vida, con libertad, y por supuesto, volver cuando queramos.

¡Dejemos llorar a nuestras guaguas solas! claro, así no se apegan a nosotras, ven que tenemos tantas cosas que hacer, preocuparnos del tránsito lento, del gimnasio, de seguir siendo un objeto sexual deseable para nuestras parejas. Y ahí las criaturas comenzamos a sentirnos solas, con miedos, los cuales luego se pueden transformar en fantasmas reales, primero en nuestros cerebros en construcción y luego en nuestras realidades, y ahí viene algo peor: no nos creen y nos queda la escoba interna en nuestra identidad y la forma en que nos relacionamos con el mundo ¿“confió o no confió” “amo o no amo”? Que susto vivir. Eso lo he experimentado en carne propia., e invierto recursos, tiempo y esfuerzo en superarlo

Repito antes no quería hijos, me negaba, tenia rabia: "'¿y para que tanto parir?, hay que controlar la población mundial, ¿cómo siguen reproduciéndose tan indiscriminadamente?, las embarazadas creen tener un poder especial, me cargan, me cohíben". Esa rabia estaba ahí por falta de calor maternal, y eso es lo que estamos peleando ahora.

Quizá nunca tenga hijos, pero al menos ya siento las mujeres
embarazadas SI son poderosas, si tienen el poder de si quieren lamen, amamántenlo hasta los 2 años, no los obliguen a hacer pipi antes del año, (todo para no quedar mal en la conversa del próximo bautizo de la guagua de la amiga “ya dejo los pañales?”” ayy galla el mío si, al año 2 ya hacia solo”) no los dejen berrinchar solos hasta que se duerman, abrácense desnudos, acaríciense, bésense. Las mujeres sabemos cómo hacerlo, y las criaturas también, no hay que tener miedo de pasar las barreras sociales de la sexualidad, porque al fin y al cabo, aunque vivimos en una sociedad con reglas y convenciones para la convivencia, hay cosas que no se nos pueden quitar, y que si alguna vez se nos reprimieron, debemos desenterrar; como el placer de crear vida y vida buena.

Yo confío

viernes, 20 de mayo de 2011

TEMPESTAD EN EL GAM

Desde que llegué a Santiago, no me había animado a venir al GAM (qué ganas de escribirlo con las letras del logo que son tan buenas). Este lugar, acoge el renacimiento del espacio en donde en algún momento se tomaron las peores decisiones para nuestro país.

Justo hoy, jueves 19 de mayo, el día mas frio desde que llegue a Chile, y ni tan abrigada, decidí dejar de forzar la siesta que no se da fácil para quienes llevan casi un año sin mucha actividad, me puse unos tacos y salí a la calle.

Esta gigante construcción conformada por varios materiales, principalmente madera y algunos metales que le “lloran” (es como decía mi abuelita a lo que le combina, ya?), me hizo sentir altiro cómoda y acogida al entrar.

Bajé a la Sala de Artes Visuales por una monumental escalera de madera, casi caracol, pisando el rico parquet, y casi sacándome la miechica con mis tacos, a punto de salvar mi vida afirmándome de una de las personas que estaban por presenciar la expo guiada “El escenario de la Ilusión: sonido, luz e ingeniería en el teatro barroco”

En la sala que es bastante grande, había una serie de maquinarias, de madera, conocidas como “ingenios”, hechas a mano con una inigualable precisión y además daban ganas de ponerse a jugar con ellas, aunque no se sabía para que servían hasta que los guías empezaron a hablar. Y el público a sumergirse más en este galpón ligeramente iluminado y muy muy café.



En el teatro barroco del siglo XVI, especialmente en España, la idea era recrear una fiesta de las sensaciones, la experiencia total de lo que la obra quería representar y hacer realidad. Así como ahora, igual, pero más, porque como no disponían de tecnologías tan rápidas y “menos humanas”, lo hacían en forma artesanal: con sonidos, luces y efectos reales creados con elementos de la naturaleza directa de las cosas. Esto me hace recordad que una vez hicimos la casa de Bernarda Alba en el colegio (yo fui Adela, a la que Pepe Romano llevaba a los juncos de la orilla, ojo), y para darle más realismo a la casa, pusimos una cocina y lentejas con chorizo a cocinar.

La cosa es que estos españoles Barrocos usaban grandes maquinas generalmente de madera y metal (como el GAM) para reproducir los sonidos de la natura en la manera más realista posible. Así, estos elementos formaban parte viviente del cuerpo del espectáculo, provocando los sonidos de la lluvia, tormentas, truenos, relámpagos, el mar, terremotos, caballos galopantes, o lo que podría ser un incendio.



En el GAM expo-guiado, explicadísimo, interactivo, al final de que cada pieza era debidamente presentada y nosotros podíamos manipularlas, los espectadores armamos entre todos una escena original utilizando estos elementos, una tormenta en alta mar: con olas de utilería, ruido, de trueno, relámpagos y lluvia. Y ya que se logra integrar a todos con ese manoseados conceptos llamados arte y cultura, la tempestad si se arma y funciona muy bien, en este punto de encuentro, , entre Plaza de Armas y plaza Italia.

jueves, 19 de mayo de 2011

VOLVER

Cuando pensamos en viajar inmediatamente se nos viene a la cabeza un avión, una carretera, un auto veloz, incluso una micro que nos lleve a lugares cercanos de nuestra ciudad que aún no hemos visto; pensamos en movernos del lugar en el que estamos frecuentemente, el espacio conocido. Es la idea del movimiento, del estar en y ver otros lugares que solo hemos mirado en revistas, libros (aunque sea los del colegio y que se nos quedaron grabados por ahí) o en las promos de las multitiendas que nos invitan a endeudarnos para ir al Caribe. También nos gustaría conocer a las personas que están estacionadas allí, quizás con los mismos deseos de movimiento que nos llevaron a encontrarnos con ellos en sus propios espacios.

Yo tuve la maravillosa posibilidad de satisfacer mis ganas de moverme de mi país, y más encima acompañada y acompañando, a mi pareja. Y como ya les he contado en los post anteriores, conocí muchos lugares, personas y experimenté la extraordinaria sensación de estar muy lejos y en escenarios y escenas totalmente distintas a las que estaba acostumbrada.

Nigeria y los Nigerianos, India y los indios, España y los españoles, Italia y los italianos, despertaron en mi (más que dejar) una huella interna, que me imagino ya estaban ahí marcada, porque todos tenemos un fondo para casos de viaje, como una previa preparación ya que como seres humanos pertenecemos al mundo y lo llevamos dentro de nosotros.

Ahora he regresado, ya no acompañada de otra persona, pero sí con mi maleta más vacía y mi interior más lleno. He vuelto a Santiago, a la cuidad que más me ha gustado de todo lo que he vivido.




Y vengo a continuar el viaje, el viaje más importante que un ser humano puede ser, que es el de permanecer con uno mismo, verse y recorrerse, encontrar nuestros lugares que aun no conocemos, y re-conocerlos, saber que son nuestros y aceptarlos, darse cuenta que nuestro camino está un poco ya dentro de nosotros mismos, y que tenemos otra vez la oportunidad de cambiar.

Si ustedes pensaban que este era un blog de viajes, bueno, pueden seguir pensándolo, porque voy a seguir hablando de lo que me sorprende de mí, de la gente que está a mi alrededor, de cómo se cruzan, se reflejan o se juntan paralelamente nuestros caminos.

Por qué no salir a caminar y maravillarse con las calles tan lindas que tiene nuestra ciudad, y las otras ciudades también, porque Santiago no es Chile y porque Chile es Maravilloso, y es el país en el que me tocó nacer, y eso no es una casualidad.

sábado, 5 de febrero de 2011

¿Y dónde andaba la Dani?

Es un miércoles de enero, camino por una costanera de esas adornadas por palmeras, tipo Miami. Los números verdes del  termómetro-reloj-digital junto al semáforo,  se alternan entre 19:11 y 21°. El cielo está crepusculado, de ese color que tanto me gusta entre rojo, naranjo y azul casi violeta. Hacia el este, mientras más cerca de los pequeños montes, ya está casi negro anochecido.  Por la calle pasan pocos autos, muchos de ellos traen al conductor por la derecha. También pasan junto a mí, personas trotando y muchas parejas de cabeza blanca caminando de la mano, en mangas cortas;  otros paseando a sus perros con correa. Extraño a los perros libres y vagabundos.

La vereda de enfrente esta enfilada por edificios muy altos, con letreros fluorescentes en el techo con nombres como “Aloha”. Edificios grandes, llenos de departamentos residenciales como panales de abeja, pero donde la gente esta cómoda y no apretada como en las viviendas sociales de mi país. Son condominios de playa, para veraneo, frente al mar y con piscinas incrustadas en sus selvitas privadas. Entre los edificios se distinguen bares de nombres Ingleses e Irlandeses, con sus pizarras promocionando “drinks” y “fish & chips”,  y con más que menos personas sentadas en las mesitas que dan a la calle. Por mi lado los bares y chiringuitos están cerrados, muertos, oliendo a nostalgia. Porque estoy en Europa y enero, en Europa es invierno.  Espero que alguno de los que me lee se esté preguntando dónde estoy. Eso sería bueno, porque ese lector sorprendido, no me conoce, es un nuevo lector. Ya que mis habituales  saben que desde principio de diciembre el viaje me trajo desde Italia hasta un pueblito andaluz llamado “Arroyo de la Miel”,  en  Benalmádena, el cual es parte, a su vez, de la Costa del Sol , en Málaga.
Y para continuar la genealogía, digo que estoy en Andalucía, Sur de España, el que se dice uno de los sectores menos prósperos de la península, porque las lucas están en Barcelona, donde se habla más catalán que español y quieren ser una región independiente, “en plan” otro país.  Por Barcelona  pase antes de venir acá y alcancé a ver algo de sus calles, la Sagrada Familia por fuera (porque en el camino me había gastado los 10 euros de la entrada en una chaqueta de inspector gadget en los super saldos de MNG),  la Rambla (y no la Rampla como yo pensaba) , la playa donde Shakira patinó como “loca loca loca loca” y también anduve en el rico tren que te lleva hacia las localidades montañesas, en donde visite a mi padre, y  celebramos su cumpleaños al calor de la chimena 2 dias seguidos, en Seva.
Pero seguimos hacia el  Sur, para desembarcar en Málaga, la cuidad donde nacieron Picasso, David Bisbal y Antonio Banderas , y donde actualmente el viejo rico Pellegrini dirige al equipo de futbol.  Es la capital de la provincia de su mismo nombre y a las orillas del Mediterráneo que la baña, se extiende la famosa Costa del Sol. Si se avanza hacia el sur se encuentran (entre otros) los pueblos de Torremolinos, Benalmadena, Fuengirola y Marbella. todos con sus respectivas playas.  Para mi, Málaga es como lo que resultaría de mezclar el “plan” de Valparaíso y toda Viña del Mar.

En esta parte de España, la influencia Árabe se ve y se respira en cada calle, en sus  construcciones blancas y de formas redondeadas, con mucha tendencia a la cúpula, el mosaico, los arcos y los azulejos. La gente habla cantadito, como casi en todos los sures de los países.
Benalmádena, que es donde nos quedamos por dos meses,  está   quince minutos al sur de Málaga. En este pueblo de calles angostas que suben desde la playa hacia pequeñas montañas cercanas, he empezado a creer que sí es posible llegar a viejito  con tu pareja (o con pareja) y salir a caminar de la mano a la orilla del mar, o por las calles con bastoncitos de trekking. La cantidad de jubilados Ingleses, Irlandeses y Alemanes, que se han avecindado acá en busca del buen clima que no tuvieron en su vida, es grande y los ves pasando a tu lado recordándote que la vejez no es siempre sinónimo de penurias y enfermedad.
A parte de hoteles y playa con chiringuitos, hay harto comercio, muchas  tiendas, sobre todo de chinos, done venden desde calcetines hasta dados para juegos sexuales (de esos con distintas posturas en cada cara). También hay muchos bares, con mesitas afuera donde la gente empieza a empinar el codo a eso de las 11 am. El aperitivo en España es algo que no se perdona, son re -buenos para tomar y qué decir para fumar, demasiado para mi gusto.  Lo bueno es que desde el 2 de enero de este año, esta prohibido fumar en el interior de cualquier lugar publico. Dicen que la venta de puchos a la fecha se ha reducido en un 35%.
En  Benalmádena hay una Biblioteca pública estupenda, siempre llena de estudiantes y personas que quizás solo pasan a leer el periódico o alguna revista. Un buen panorama es tomar un libro, sacarlo y bajar a la playa que está a unos cinco minutos caminando, no sin antes pasar (casi obligadamente) por el que es, para mí, el espacio más lindo de este pueblo: El parque de la Paloma. Un área verde de 200.000 metros cuadrados, con un lago artificial en el centro lleno de flamencos, patos y peces que se pueden ver porque el agua esta limpiecita. Hay varias clases de árboles,  un par de piletas y lo mejor de todo: conejos sueltos saltando a la orden del día, de todos los colores y tamaños. También sueltas andan las gallinas, gallinetas, pavos reales y por supuesto, las palomas, los que a mi personalmente no me interesan mucho..Pero los conejos.. aahh los conejos! Si  he pasado un buen par de horas tratando de tocar a alguno, poseída por esos  ataques de ternura y nervios que me provocan los animales que me gustan, corriendo incluso detrás de ellos. Solo he conseguido pasar mi mano levemente por la espalda de uno, y con mucho esfuerzo y paciencia. Mi amiga la ridícula Val, dijo que me iban a cortar la cabeza, como en Alicia en el País de las Maravillas…. quizás sea esta la explicación de unas grandes cabezas huecas que hay en el suelo, como esculpidas en bronce.  



En esta época del año, no hay mucha vida en el pueblo. Cuando salgo a la calle a medio dia, siempre tengo la sensación de que es mas temprano, poruqe falta movimiento, uno compara con su lugar de origen; y como el sol sale por el mar, también la luz hace que mi percepción del horario. En momentos como este me doy cuenta que aun sigo en la ruta, que esto es una parada de la cual en dos días más nos levantaremos para seguir el viaje. En momentos asi, que uno se da cuenta que aun no está en casa, es cuando se puede sentir el poder del camino, recordar el lugar de donde viene y sentir la total diferencia que hay entre esto y aquello. Ahí el alma hace un movimiento que la agranda, la ensancha y guarda el recuerdo para siempre.